El término paraíso proviene
del persa pairi-daéso, que significa
“un jardín o huerto cercado por un muro”; en el griego profano denomina aquellos
jardines que rodeaban los sepulcros, y en el Génesis, refiere al lugar de
felicidad que el hombre ha perdido. Si unimos esto, podríamos pensar al paraíso
como un espacio feliz vinculado con el inicio pero también con el final, una
denominación de aquella zona a la vez temporal, que albergaría el origen y el destino.
Aquí llegamos para aludir a
un lugar ideal, no ubicable en la realidad mundana, que el ser humano estaría
anhelando durante la duración de su existencia, y al que desearía regresar.
Paneles plateados, frutas en
el suelo y una parcela de una especie de pasto artificial en un rincón, bastan
para emular cierta construcción de aquel paraíso bíblico.
Allí, una mujer, apenas
cubierta en algunas partes de su cuerpo, como una muñeca robot, cuya estética y
movimientos recuerdan a la replicante de Blade Runner. La vemos caminar con
movimientos entrecortados, articulados. Hay algo de animal que se conjuga con
lo robótico, como si se tratara de un clon extraño que mezclara genes con cibernética.
Se oyen latidos que parecen del
corazón de un bebe, también gritos, un sonido ambiente, acuoso, uterino.
La mujer se multiplica, se
reproduce, como un caleidoscopio de sí misma, en tres gracias de venus. Las diosas
del hechizo, la alegría y la belleza, las encargadas mitológicas de que reine
el placer.
Pero aquí el placer sensual de
los movimientos de las intérpretes se tensiona con las sacudidas casi
vibratorias, que conjugan el tic nervioso con la lentitud.
Son tres seres vestidos con
tiras negras que lucen cierta estética sado, al estilo bondage, con zapatos de
taco bien alto donde se juega la inestabilidad a la par de lo deforme, pero
teñido de erotismo.
La monstruosidad está
presente en una producción donde el trío se equilibra poniendo a Eros y Tánatos
en las manos de la danza. La gestualidad señala espacios de arriba y abajo,
como si marcaran lugares posibles ¿para estar, para ser, el espacio adónde ir?
A tientas buscan dónde es el
lugar, como si la danza recordara esa imposibilidad de regresar al tan añorado
origen. Así se ven estas figuras vagando, entre la luz y la sombra, entre el
infierno y el paraíso, entre la ficción, la realidad y lo real, en un fade out
que las silencia.
Bailando la danza de la vida.
Bailando en la trampa para
no caer (en ella).
Qué: La trampa del paraíso
perdido
Quién: Intérpretes: Popi
Cabrera, Malena Giaquinta, Rhea Volij.- Vestuario: Silvia Zavaglia.-
Escenografía: Sandra Iurcovich.- Iluminación: Matías Sendón.- Maquillaje:
Silvia Zavaglia.- Música: Patricio Diego Suárez.- Diseño gráfico: El Sike.-
Asistencia de dirección y Asistencia general: Rocío Celeste Reyna.- Coreografía
y Dirección: Patricio Diego Suárez, Rhea Volij.- Producción: Carlota Berzal.- Prensa: Simkin & Franco.- Duración: 48
minutos
Dónde: CENTRO CULTURAL DE LA
COOPERACIÓN Corrientes 1543 Teléfonos: 5077-8000 int 8313 Web: http://www.centrocultural.coop
Cuándo: Jueves - 20:30 hs -
Hasta el 18/07/2019