"EL blanco es el
cuerpo, la carta geográfica de los puntos débiles", postula la gacetilla
de la obra, en una frase que habla ya de una corporalidad posible.
El vínculo que plantea la
propuesta es de a dos, y el viaje por esa anatomía va a sumergirse en los
músculos, tendones, huesos, de esa relación.
La sala abierta recibe al
público con el protagonista masculino invitando a entrar en el espacio como un ofrecimiento
a espiar en su mundo. Está parado con un hueso de fémur en la mano, nos pide
apagar los celulares y asegura que ella está bien, refiriéndose a la bailarina
por su nombre real, y cruzando las barreras entre la fantasía escénica y la realidad
del mundo exterior.
Hojas secas cubren los
bordes del espacio. Atrás se ve proyectado un paisaje campestre. La silueta de
ella está recortada sobre el campo, iluminada apenas por una luz tenue. Un bloque
de heno le da continuidad al paisaje virtual. El marco para la relación es un
ambiente bucólico.
Al principio se puede
observar claramente que cada uno está en su mundo, en sus percepciones
corporales, sus pequeños e íntimos movimientos. Las expresiones del hombre son sonoras,
la mujer es silenciosa, y es una diferencia en el tono y carácter de cada uno,
que va ir modificándose.
Se produce el encuentro
desde el movimiento en el espacio. Juntos de la mano, observan el paisaje, como
dos caminantes en la vida. Hay danza y simultaneidad, hay juego y expresividad.
En un simple contacto, un
signo apenas, se produce el desencuentro. Las manos que se buscan en tiempos
diferidos y no coinciden.
La danza compartida se parte.
Surgen imágenes cruzadas, desde el movimiento corporal, entre el símbolo del
deseo, de lo prohibido, el sometimiento, el maltrato, los apoyos asfixiantes y
las actitudes maternales. Se rompe la armonía. El daño está hecho.
Todo lo que atraviesa la
mente como fantasía, puede materializarse en la escena. En el fondo, es
ficción. Por eso, uno puede matar al
otro, así como sin querer, como algo que tenía que suceder. Puede destruirlo,
abrazarlo, o cubrirlo de diarios, puede dejarlo abandonado o volver, hablarle,
cantarle, romperle la cabeza.
Pero ojo, es un juego, ella
está bien. Por eso, puede volver a la sonar música, y se puede producir
nuevamente el encuentro, la simultaneidad en el movimiento, la coincidencia.
Juntos y risueños danzan,
observando el recorrido realizado, los paisajes, esa anatomía del vínculo
construido. Porque las relaciones se construyen y también se pueden deconstruir
y reconstruir. Y la escena permite jugar con el tiempo yendo y viniendo entre
los imposibles y los verosímiles. Permite saltos y re comienzos, muertes y
renacimientos. Permite atravesar todo aquello que la vida, por su ser en la
linealidad del tiempo, no nos deja desarmar.
Apoyados, uno sobre el otro,
como dos seres entrelazados que se sostienen, se deslizan hacia el final.
Qué: Anatomía de una
relación
Quién: Coreografía e interpretación:
Jorge Martínez, Gabriela Prado.- Diseño de escenografía: Alicia Leloutre.- Diseño
de luces: Matías Sendón.- Diseño De Sonido: Gustavo Lucero.- Fotografía: Ana
Carolina Naranjo Rojo.- Dibujos: Érica Santamarina.- Asistencia general: Mailen
Briatore, Rodrigo Pedrosa.- Duración: 50 minutos. Web: https://www.facebook.com/anatomiadeunarelacion
Dónde: EL CAMARÍN DE LAS
MUSAS Mario Bravo 960 Reservas:
4862-0655
Cuándo: Domingos 20 hs
(hasta el 28/8). A partir de septiembre: Jueves – 21:30 hs
Entrada: $ 180,00 / $ 130,00
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