La pieza que dirige Magy
Ganiko con su compañía es una propuesta migrante. Siempre en movimiento, se
desplaza dejando sus rastros por distintos espacios que la reciben en puntos
dispersos de la ciudad.
Esta vez le ha tocado un
lugar muy inhóspito. El monumento a la mujer originaria en el espacio de la ex
ESMA. Un galpón frío con un trasfondo tétrico donde el grupo intenta da calor
con la danza de sus cuerpos.
La gente se va acomodando
mientras recorre con la mirada las cosas acumuladas en el lugar. Esculturas,
fotografías, hierros, sillas, objetos desparramados. Un camino de llaves ocupa
el centro de la escena y es allí donde se concentra la atención.
Utilizando las propiedades
espaciales, los intérpretes asoman desde una baranda del piso de arriba y nos
gritan su moción. Empieza el recorrido de esta puesta nada convencional donde
los cuerpos se entrelazan, amalgaman y distancian. Pedazos de muñecos los
entretejen como partes perdidas de ellos mismos.
Hay un montículo de ropa,
hace frío, se oyen aviones a lo lejos. Se recrea una atmósfera sórdida que
sostiene al espectador casi contra su deseo.
Los intérpretes danzan,
hablan, se encuentran y desencuentran. Pisan la tierra alegremente, se mojan, asedian
a uno de ellos. En ese devenir se violentan hasta la tortura, que no podría ser
más presente en este espacio oscuro plagado de gritos en sus muros. La danza
butoh trae las ausencias.
La obra es tremenda en este
espacio tan difícil y cruel. Pero lo mejor que se puede hacer frente al odio de
estos crímenes es plantar la potencia creadora del arte y de la vida.
Toda la fuerza del amor que
anida en una danza compartida cayó sobre ese galpón frívolo esa noche.
Qué: Tintorería Tokio
Quién: Interpretación: Lucas
Maíz, Sol Giberti, Laura Colagreco, Igor Numa, Alveré Di Pilato, Alex Ferrario,
Loli Abbiatici, Maggi Persíncola, Giorgio Zamboni, Luciana Lescano, Félix
Torre.- Dirección: Magy Ganiko