“Cualquiera sea la causa que
defienda la heroína parecería haber siempre una fuerza que la mueve hacia ese
fin.” (Gacetilla de la obra)
La heroína de esta historia nos
recibe con su presencia en escena. La puesta es muy plástica, fotográfica. El
espacio está dividido en dos cuadrados blancos de luz ubicados en diagonal uno
respecto al otro. Como un tablero de ajedrez gigante donde solo destacaran dos
jugadores.
En cada espacio iluminado
están los protagonistas de la pieza. Fabiana, súper heroína, en uno, y un
listón de madera sostenido como si fuera una barra en otro. El listón está
ubicado en diagonal a la intérprete y tiene afilada la punta que mira hacia
ella. Esta sola imagen en la quietud de la sala vibra con su movimiento
plástico. Percibir esas tensiones que generan las diagonales ya es algo potente.
Fabiana comienza por explorar
su propia carnadura. Se come, se muerde, se huele, se saborea, se siente. Juega
con la boca y con la nariz, con los sentidos del olfato y el gusto, como si
fuera la percepción primera del mundo por parte del infante. Se descubre
sensorialmente ella misma como analizando eso de lo que está compuesta.
Frágil y fuerte, su cuerpo
se sumerge entre rebotes, caídas, deslizadas, arrastradas. Danza que esquiva
aquello que está ahí presente como una amenaza o una posibilidad.
Ella, cuerpo móvil, latente,
flexible, frente a esa línea de madera que se opone pero se presta a participar
en el movimiento. Múltiples significaciones puede adquirir la simple madera. Lo
cierto es que representa el mundo exterior.
Ella se clava la flecha que
atraviesa el espacio de la sala de manera casi descomunal. O juega como si
fuera una jabalina. O la convierte en la aguja de un reloj de sol, que gira
enloquecida rompiendo las horas y los días. Ella maneja el tiempo, los tiempos,
su tiempo. Escribe su presente con este lápiz gigante, esta figura fálica sobre
la que se acuesta encima, al lado. Su cruz.
La heroniña vence los
obstáculos y se entrega a la vida, confía ciegamente. Avanza desfilándose y
desafiándose a sí misma. Es su propia
heroína, su propia droga, adicción. Es su propio propósito, su meta. Es una
niña en los brazos de su madre y eso la vuelve ‘todo poderosa'.
Ella es también su técnico
de sonido y devela el trabajo poniendo la música en un dispositivo in situ. También
hay algo del movimiento como tarea en algunas de las acciones de la pieza. Como
técnica, rompe un poco el encantamiento, pero es parte de su ser performático
no dejarnos caer en ensoñaciones.
Aparece la música, el amor,
una especie de duelo danzado, de rotura de corazón, y un camino blanco de luz
en el piso se perfila como un pasaje a otro lugar.
Quien haya visto a Capriotti
en otras propuestas podrá apreciar que la composición espontánea de su danza es
lo que conocemos de la bailarina. Las acciones performáticas que desarrolla
junto a ese increíble instrumento que es la madera, son la novedad de esta
propuesta. De una belleza poética potente en donde una Fabi novedosa asoma.
Qué: Heroniña
Quién: Idea, interpretación
y Dirección general: Fabiana Capriotti.- Director Asociado: Carlos Casella,
Lucía Magdalena Disalvo, Marina Giancaspro.-