De
lo primero que nos habla este título es de un contraste entre el apellido de un
personaje masculino -el compositor alemán Richard Wagner- y el artículo femenino. Oposiciones, ambigüedades,
asociaciones, provocaciones.
¿Puede
ser esta propuesta una pista de algo vagamente en común entre Richard Wagner y
Pablo Rotemberg? El extremo del ovillo que asoma apenas a través de los cuerpos
femeninos desnudos en la escena, a través de toda la carga que contiene y
explota sobre el público, cuya capacidad mental no alcanza para abrazar la
totalidad del sentido complejo de esta propuesta.
La figura
de Wagner también es compleja. Es conflictiva y
extensamente rica. Entre sus ideas se combinan su propuesta de obra de
arte total en relación a la ópera, las notas antisemitas en sus escritos, la
posterior vinculación con el nazismo, su pesimismo de influencias schopenhaurianas, su genio.
Hay
mucho para desenhebrar en la figura de Wagner. Como compositor, tiene una gran
carga dramática, y eso puede observarse al escuchar su obra.
Rotemberg
es un artista vasto y complejo, con múltiples caras y capas de profundidad. A
esta altura de su trayectoria como intérprete, músico, director, coreógrafo, su
trabajo puede pensarse ya como un estilo. El ‘estilo rotemberg’.
Con
La idea fija (más de 4 años en
cartel, cosa extraordinaria en la danza) abrió un camino que marcó una brecha
entre todo lo anterior y las producciones siguientes. El desnudo escénico
cambió.
Para
pensar La Wagner es importante
conocer su producción.
El desnudo,
el erotismo, la pornografía, la violencia. Un cóctel que se mezcla con potencia
en cada nueva propuesta. Un cóctel realmente explosivo que pone en conflicto
los propios límites, que cuestiona, que incomoda.
El
comienzo de esta nueva producción es puramente sonoro. La introducción de la
música de Wagner es de por sí sola dramática, genera un fuerte dramatismo en la
escena. Escuchamos Wagner que inunda la sala –una sala Alberdi muy nuevita pero
sin ventilación adecuada- vemos la escena vacía. Nada podría ocuparla en este
instante. Y esto, tan solemne, es roto permanentemente por cambios musicales de
temática amorosa de un estilo ‘cursi’. Contrastes con los que Pablo gusta jugar.
Acompañadas
de una música melosa aparecen las intérpretes, las bellas danzarinas que muy
lentamente hacen su entrada en la escena.
Pero
esa suavidad es destrozada en las escenas siguientes.
El
desnudo es brutal, el movimiento es salvaje. Hay golpes, empujones, caídas,
pérdida total de sí, de la subjetividad, de una emoción comprometida explícita.
Es maquinal. Es la locura que aparece en muchas escenas de las óperas de Wagner
en busca de redención.
Pero
aquí no hay moralina cristiana. La espiritualidad –si existe- es carnal,
encarnada, dionisíaca.
Como dice su autor: “Se pone en escena un cuerpo fragmentado, que ha perdido su eje, que ya no sabe cuál es su límite y no conoce la quietud. ¿No es éste el cuerpo del tiempo presente?”
El
cuerpo es un objeto cuya violencia simbólica excede el escenario, excede al
espectador, excede la sala.
Si hay algo que obsesiona a Rotemberg es la
violencia. “Caminar es agresivo, la vida
es agresiva, al cuerpo lo va destruyendo de a poco. Yo trabajo con una
violencia literal, pienso que espacializo algo violento que hay dentro mío, en
mis obras” exponía en una entrevista durante el proceso de creación de La
Wagner. (http://www.nosdigital.com.ar/2013/06/la-danza-de-la-posesion/)
Rotemberg
deconstruye la pornografía, la desarma, la desintegra. Con un grado tal de
violencia que puede resultar intolerable. Ellas son víctimas y victimarios.
“Tomad mi cuerpo, bebed mi sangre como prueba de nuestro amor” expresa una de
las intérpretes. Una muestra de vampirismo, un toque más del romanticismo que
se cuela en el fondo de la obra.
Una
puesta que esta vez aparece casi sin toques irónicos, sin parodias, humor
apenas esbozado en una escena que es inmediatamente pasada por alto. Cada vez
el sexo está más cerca de la muerte. Eros y tanatos se abrazan hasta fundirse
en el suicidio.
Los
límites se diluyen, Wagner suena y los cuerpos femeninos se agreden, se violan,
se golpean. ¿Es una posesión demoníaca? ¿Es el sexo el opuesto complementario
del canibalismo, del asesinato, de la muerte? ¿O son las dos caras de la misma
moneda?
“La
voz del amor”, dice una de las mujeres en escena. Pero acá se ve todo menos
amor. El amor brilla por su ausencia así como surge el falo en el vacío vaginal
de estas cuatro fálicas mujeres. Mujeres que ponen toda su carnalidad, su ser
encarnado, su estar en el mundo, su fuera de sí, frente a uno que mira atónito
en la butaca.
Son
las valkirias de Rotemberg.
Cuatro
vikingas y una propuesta para seguir pensando.
No dejar de ver.
Qué:
La Wagner
Quién:
Idea y Dirección: Pablo Rotemberg.- Intérpretes: Ayelén Clavin, Carla di
Gracia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola.- Coreografía: Ayelén Clavin, Carla di
Gracia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola, Pablo Rotemberg.-Vestuario: Martín
Churba.- Escenografía: Mauro Bernardini.- Iluminación: Fernando Berreta.- Edición
musical: Jorge Grela.- Sonido: Guillermo Juhasz.- Asistente de producción: Angela
Carolina Castro.- Asistencia de dirección: Lucía Llopis.- Producción ejecutiva:
Mariana Markowiecki.-
Dónde:
El Cultural San Martín. Sala Alberdi.- Sarmiento 1551.-
Cuándo:
miércoles y viernes a las 21, sábados y domingos a las 19 hs.- Del 08/03/14 al
06/04/14.-