El público va entrando en la
sala poco iluminada como si entrara en
un lugar donde hubiera empezado algo antes de su llegada. Una persona escondida
detrás de un objeto se asoma mientras todos se acomodan. Suena una música y él
mira, observa al público que se sienta y luego sale de su escondite en actitud
temerosa. Sin embargo, se trasluce que es en tono de sátira. Todo parece ser
ficción.
Al llegar a otro punto de la
sala, saca a su compañero de escena a bailar y ambos se desplazan. El primero le indica movimientos al segundo que
intenta repetirlos a destiempo. Todo es broma, o lo parece. La atmósfera emana
cierto humor.
Un abrazo se transforma en
lucha, la respiración sonora de la agitación corporal acompaña como una música
rítmica e intensa.
La pieza es una especie de
collage donde distintos momentos componen un todo muy particular, pasando de
uno a otro como por un capricho de la fantasía.
Se habla de la biografía propia
y de la ajena, sin importar si es real o ficticia. Es casi una obviedad que ambos
ámbitos se contaminan entre sí. La vida es parte del espectáculo. La presunta historia
personal hace a la escena. ¿No están acaso, los intérpretes, con toda su
humanidad cuando actúan?
Uno de ellos confiesa que no
se bailaba en la familia y desde su relato abre toda una reflexión acerca del
acto mismo de bailar. Algo social, que también implica cierta exposición, una
forma de festejo, de compartir un estado de alegría con los otros.
Esa situación frenada y
reprimida físicamente mientras se sospechan miles de sensaciones internas, se
pone de manifiesto con una acción potente. Suena una canción cuya letra repite
incansablemente “y qué tal si salimos todos a bailar”, ellos miran al público
en quietud. Es como una invitación pero nada sucede. Una bola de espejos genera
movimiento en la sala, pero nadie se mueve. El público queda aprisionado en su
butaca y es posible sentir esa misma impotencia en los huesos.
Así cada uno de los
intérpretes abre sus fantasías y las vuelve acto teatral. Travestirse, cantar
una canción, llevar el romanticismo de las escenas de películas al extremo
paródico. O que un pulpo haga su danza en las profundidades marinas. El público
queda atrapado en momentos mágicos de la obra.
Se trata de disfrutar como
si pudieran escenificarse los sueños, los imposibles, lo no realizado. Ahí
están, construidos en escena.
La ilusión de la vida en la
realidad de la ficción.
Irse de farra es parte de
eso.
Qué: Farra
Quién: Actuación: Francisco
Benvenuti, Andres Granier.- Diseño de vestuario: Mariela Maffioli.- Diseño de
luces: Fernando Berreta.- Realización de escenografia: Leonardo Ruzzante.-
Fotografía: Ariel Feldman.- Diseño gráfico: Xerquet-Seijos.- Asistencia de
dirección: Tomás Trugman.- Prensa: Eleonora Pascual.- Dirección: Ana Gurbanov,
Virginia Leanza.-
Dónde: EL EXCENTRICO DE LA
18º Lerma 420 Teléfonos: 4772-6092
Cuándo: Sábado - 20:00 hs -
Hasta el 30/07/2016
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