domingo, 30 de julio de 2017

COREOMANÍA -NO PUEDO PARAR-

La obra es una invitación a divertirse que viene de la mano directriz de Josefina Gorostiza y forma parte del ciclo de danza Dans, propuesto por Maruja Bustamante para el Centro Cultural Ricardo Rojas. Presentado durante el último festival de danza del Rojas, continúa sus funciones en el mes de agosto.
El espacio recibe al público con un intérprete en escena recortado en un rectángulo de luz. Cuando terminan de acomodarse todos, comienza a cantar a capela una canción que va in crescendo, acompañada de algunas risas que despierta en la platea.
La danza comienza desde la propuesta de “bailar pegados”, que surge en este silencio sonoro donde solo la voz potente del intérprete atraviesa la sala.
La atmósfera es turbia y deportiva a la vez, creando cierta intriga que se desarma inmediatamente con el poder de los cuerpos en movimiento.
En el fondo del espacio se divisan varias personas que empiezan a bailar en grupo. Entre ellos hay un dj cubierto con un casco que rememora a los músicos del dúo francés de música electrónica Daft punk, lo que puede sumar un condimento a la idea de entregarse al baile, como pide uno de sus temas.
Se dispara la música. Se lanzan a la pista los bailarines y bailarinas. La expresión libre se suma y organiza para desorganizarse después.
La danza construye un relato grupal coreografiado bastante potente. El nivel aeróbico de los pasos incluye desplazamientos que acercan y alejan al grupo del frente de la escena. Ellos se mueven en bloque de una manera simple e intensa que podría incluso asociarse a las clases de algún gimnasio.

La fuerza colectiva se contagia. Hasta el trabajo con el tiempo, estructurado a veces en esquemas de 8, 4 y 2 compases, da una circularidad sencilla muy disfrutable.
Los intérpretes mantienen una ubicación en masa donde las individualidades se despegan por momentos y se diferencian de ella. Todos y uno, uno y todos. Así se producen miles de vibraciones grupales que se multiplican como en un enjambre humano.
La danza crece como un acontecimiento donde la única poética reside en los cuerpos en contacto, en vivo, latiendo, transpirando, cansándose con toda su humanidad a flor de piel.
El baile continúa como en un trance donde el mismo dj se suma a la pista a bailar. La música es protagonista a través de esos cuerpos tomados por la potencia del movimiento compartido.
En un espiral interminable de agitación y deseo, el final es un loop que se proyecta como una propuesta hacia el espectador: Resistir o desmayar, es la cuestión.
Bailar siempre.

Qué: Coreomanía -No puedo parar-
Quién: Intérpretes: Mauro Appugliese, Victoria Delfino, Nicolas Goldschmidt, Juan Manuel Iglesias, Antonela Pereyra, Mauro Podesta, Lucia toker.- Diseño de luces: Sebastián Francia.- Diseño sonoro: Facu Kchihomeless.- Diseño gráfico Y Dirección de arte: Adrian Tosta.- Dirección: Josefina Gorostiza.-
Dónde: Sala Cancha. Centro Cultural Ricardo Rojas Avda. Corrientes 2038
Cuándo: Sábado 5, 12 y 26 de agosto. 22.30 hs.- Martes 8 de agosto a las 19.30.-
NUEVAS FUNCIONES: 
METROPOLITAN SURA
Miércoles - 20:30 hs - HASTA EL 26/2/2020

Para curiosos: “La coreomanía, danzamanía, enfermedad del baile, manía de bailar o, popularmente, baile de san Vito, fue un fenómeno social que se produjo principalmente en el continente europeo entre los siglos XIV y XVII. Se trataba de grupos de personas bailando de manera irregular, a veces miles a la vez. La manía afectaba a hombres, mujeres y niños, que bailaban hasta que se derrumbaban de agotamiento. Uno de los primeros brotes importantes fue en Aquisgrán, Alemania, en 1374, y se extendió rápidamente por toda Europa; un brote particularmente notable se produjo en la epidemia de baile de 1518 en Estrasburgo.
La manía afectó a miles de personas a través de varios siglos. La manía de baile no fue un hecho aislado, sino que fue bien documentado en los informes de sus contemporáneos. Fue, sin embargo, poco estudiada seriamente, y los diagnósticos se basan en conjeturas. En general, los músicos acompañaban a los bailarines, para ayudar a protegerse de la manía, pero esta táctica era a veces contraproducente, alentando más a participar. No hay consenso entre los estudiosos de hoy en día en cuanto a la causa de la manía de baile.1​
Algunas teorías proponen ciertos cultos religiosos detrás de las procesiones de gente bailando para rebajar su estrés y olvidar así la pobreza del período. Otros, sin embargo, piensan que es una enfermedad psicógena masiva en la que la aparición de los síntomas físicos similares, sin causa física conocida, afecta a un gran grupo de personas como una forma de influencia social.” (https://es.wikipedia.org/wiki/Coreomanía)



sábado, 22 de julio de 2017

UNA DE VAMPIROS


El título de la pieza está señalando una posibilidad entre varias de contar una historia sobre vampiros. La temática, de largo recorrido en la narrativa literaria, cinematográfica y también televisiva, se despliega en esta experiencia desde un posible abordaje coreográfico.
La danza es realizada por tres intérpretes que se ponen en la piel de todo aquello a lo que el término ‘vampiro’ podría remitir. Imposible obviar que en esta tarea se encuentran capas y entramados que son producto de la búsqueda de la joven Josefina Gorostiza, coreógrafa y directora de la obra.
Nos encontramos en un espacio sumamente luminoso y, podríamos pensar, contrastante con el ambiente nocturno que aloja a los vampiros. Allí el inicio recibe al espectador con un texto que actúa como prólogo “La belleza se esconde en lugares inexistentes”. Como la idea no es construir algo solemne, inmediatamente se rompe el papel.
Las intérpretes son tres chicas vestidas con trajes negros que luego de presentarse se alejan melancólicas.
Todo es blanco alrededor, y las luces de tubo que dan el tono al espacio en general, contrasta con lo oscuro de un fondo cubierto de una pila de bolsas negras de consorcio. Sobre la claridad aparente de las cosas, se insinúa explícitamente la negrura.
Cada elemento tiene un sentido en la escena y de ese modo las chicas pueden transformarse en animales que acercan el imaginario de Batman a la platea mientras se cruzan con algunas ideas parafraseadas y señaladas por la puesta, como que “la tierra es madre de monstruos” o “los sueños de la razón producen bolsas”.
Está en acción el imaginario de la noche con una ligera alusión a las drogas, o a la abstinencia de ellas. También aparece el deseo de la juventud eterna que no importa a qué costo conseguir. Por eso vemos representado el erotismo o autoerotismo. La histeria. El deseo siempre esquivo y la insatisfacción eterna. Además de la violencia, la sangre, o la apropiación del otro incorporándolo, comiéndolo, absorbiéndolo. Y de esta manera, aparece otra alusión a la personalidad vampírica,  ‘chupa sangre’, a aquello que te quita la energía, la vida.
Entre esas capas múltiples que juegan con el imaginario del vampiro, sale a flote la suciedad, la ciudad abarrotada, despersonalizada y mugrienta que gota a gota exprime la vida de las personas. Y la soledad en la que se encuentra el individuo frente a una sociedad que es cada vez más vampírica, trátese del abandono del Estado o de la cultura progresivamente atrapada en la red del mercado.
Entre los tópicos románticos de la noche y los fantasmas, navegan estas tres vampiras parodiando una moda que continúa sosteniendo el postulado “soy moderna, soy eterna”, frente a un mundo que se derrumba.
Con una puesta por momentos cinematográfica que no deja de lado el humor que este tema también ofrece, la pieza propone finalmente reflexionar con “el dolor de la eternidad”.
Porque no hay nada que aleje tanto a las personas del compromiso con el presente como la idea de lo eterno. Y el infinito puede ser realmente insoportable.

Qué: Una de vampiros
Quién: Idea y Dirección: Josefina Gorostiza.- Intérpretes: Ana Gurbanov, Marina Rodriguez Levy, SOL.- Iluminación y Espacio escénico: Matías Sendón.- Realización de escenografía y Asistencia de iluminación: Leonardo Ruzzante.- Video y Fotografía: Ariel Feldman.- Comunicación: Carolina Castro.- Diseño gráfico: Pablo Pràmparo.- Asistencia de dirección: Agustina Barzola Würth.-
Dónde: EL BRÍO - ESPACIO DE INVESTIGACIÓN TEATRAL Av Alvarez Thomas 1582 Teléfonos: 4551 6213


lunes, 17 de julio de 2017

RASTROS

La propuesta es el resultado de una investigación desde la danza aérea y contemporánea acerca de lo que deja huella. Ese rastro que queda de algo tan efímero como el movimiento en vivo.
El ambiente se presenta en un estado nebuloso donde los cuerpos se suspenden bajo una luz cálida que intenta atrapar sus contornos. Luego todo se clarifica y la danza sucede entre ellos como un canon, como una sacudida, un deslizamiento que a veces se ralentiza y transcurre en cámara lenta.
El vestuario de los intérpretes emula algo del orden laboral que nos puede remitir a la imagen de un taller textil, de un lugar de trabajo, y sin embargo, a la vez, transportarnos a las zonas brumosas del sueño.
Desde el fondo de la escena van y vienen atravesando el aire con esos cuerpos que por momentos se amalgaman en uno colectivo, o que se cuelgan y ascienden para danzar directamente suspendidos.
Hay en ellos una conciencia grupal que excede lo coreográfico. Para que uno ascienda con el arnés es necesario que haya otro poniendo su peso y esfuerzo en elevarlo, sosteniendo las sogas. Esta manipulación técnica no se oculta al espectador sino que está integrada sin disimulo, como parte del trabajo.

Así uno sube y danza en el espacio aéreo mientras otros observan y lo cuidan desde el suelo, acompañándose cada uno en su acción. El protagonismo oscila entre todos. Se manipulan y son manipulados, y de este encuentro nace también la expresión de la obra.
Cerrados en un abrazo que es lo único que los mantiene nivelados, dos intérpretes cuelgan de un lado y otro de la roldana. En un juego de pesos compartidos, mientras uno asciende gracias al descenso del otro. Es una danza pendular que los equipara en altura solamente en el momento del contacto, de la unión. Lo más bello simbólicamente en esta pieza aérea y contemporánea.
El rastro que queda de esta propuesta es la fuerza del contacto, del afecto, del impulso colectivo.
Y el placer de bailar, en la tierra o en el aire.

Qué: Rastros
Quién: Interpretación: Rodrigo Calvete, Gastón Santos, Milagros Coll, Lucila Shmidt, Mariela Loza, Amanda Berrueco.- Técnico en seguridad aérea: Sergio Costa Centeno.- Iluminación: Agnese Lozupone.- Diseño y realización de vestuario: Sara Bande.- Edición musical: José Ríos.- Asistente de dirección: Julieta Vazquez.- Asistente de producción: Cintia Sola.- Idea y Dirección: Ana Armas.- Producción: Compañía Abismo Danza.-
Dónde: Centro Cultural Ricardo Rojas. Sala Cancha. Corrientes 2038 - Tel: 4951-6743
Cuándo: Viernes 21 hs. (Hasta el 11 de agosto)