miércoles, 31 de mayo de 2017

MIS DÍAS SIN VICTORIA



“No me pasó nada maravilloso, simplemente me enamoré”
Es un espacio teatral, desarmado en su funcionalidad estructural que habitualmente dispone butacas para público y escenario para representación, nos da la bienvenida una mesa servida con copas de vino.
Mientras los espectadores se relajan con la bebida espirituosa de espaldas al escenario, un trío de música acomodado encima de la cabina técnica interpreta algunas canciones. Temas suficientes para introducir al público en una propuesta tan desarticulada como el espacio.
En el escenario se encuentran acomodadas un grupo de gradas para acomodarse a gusto. La gente se sienta expectante. Del otro lado, una chica se para y habla.
La protagonista da inicio a su relato desde las butacas, ella sola en ese lugar amplio y vacío que se ve aún más desolado sin el público que suele ocuparlo. 
Como si se tratara de una confesión, avanza en aquello que la martiriza contándolo en forma de diario. Así rememora los días en que conoció a Victoria, una bailarina a la que deseaba coreografiar. Mujer de la que se enamora sin poder concluir la propuesta artística esperada.
Esa historia es suficiente para desarrollar una puesta performática que juega con el espacio tomándolo todo para la presentación y representación de la aventura erótica. Entre las palabras, las imágenes que estas suscitan y los momentos de coreografía, se sintetizan, o lo intentan, todos los sentimientos mezclados que atraviesan a la protagonista.
Belén narra, presenta a sus compañeras y cómplices de este viaje íntimo, baila, grita, llora y se desespera. Se desnuda en su humanidad y hace carne escénica su vivir y sufrir. Sus palabras tienen el tono de confidencia a una amiga que prestara su oreja para aliviar un sentir sin fondo.
Más allá de lo real o ficcional del suceso, sirve en este caso para que las intérpretes pongan toda su corporalidad en escena. Para que el relato permanezca  vivo en cada movimiento representado.
Una propuesta que habla de lo más cercano, el amor, y su lado b, el desengaño, el dolor, la tristeza. Que lo cuenta como si lo reviviera en cada texto. Que lo muestra en los cuerpos que danzan cuando las palabras no bastan.
Un juego sobre la imposibilidad de salir ganando, victoriosos, ilustrado tan bien en el título de la pieza que alude a la Victoria que no es victoria.
Una pregunta por la vida y la transformación de sus devenires humanos en hechos estéticos.
Los días pasan, algunas cosas quedan, pero sin duda el arte nos sobrevive, no como pregunta cerrada sino como obra abierta.

Qué: Mis días sin Victoria
Quién: Autoría, texto y Dirección: Belén Arena.- Intérpretes: Jazmín Levitán, Solentina López, Maria Florencia Tangel.- Performers: Fiorella Álvarez, Belén Arena, Gabriela De León Esperanza, Fernando Xavier Ibarra, manuela Suarez Poch.- Diseño de luces: Matías Kedak.- Audiovisuales: Lucas Penyafort.- Artista plástico: Raina Todoroff.- Asistencia general: Gabriela De León.- Asistencia Creativa: Fiorella Álvarez.- Asistencia de dirección: Jazmín Levitán.- Producción: Belén Coluccio, Azul Masseilot Giulano.- Colaboración artística: Fiorella Álvarez.- Supervision Artística: Marina Quesada.- Puesta en escena y Colaboración en dirección: Marina Otero.- Duración: 75 minutos
Dónde: CENTRO CULTURAL RECOLETA Junín 1930 Teléfonos: 4803-1040 Web: http://www.centroculturalrecoleta.org Entrada: $ 120,00

Cuándo: Sábados 21:00 hs

sábado, 13 de mayo de 2017

POR QUÉ NOS GUSTAN TANTO LAS LUCES

El título de la propuesta invita a la reflexión. Las luces a las que aluden pueden ser tanto las escénicas, haciendo referencia a lo que significa la exposición de la escena, como las luces del intelecto, señalando así cierta fascinación por el pensamiento, la abstracción y lo conceptual.
Todo empieza, en el aquí y ahora teatral, frente a una pantalla que se presenta como muro. Es una división que resulta tajante porque está ubicada en primer término en el escenario y oculta lo que hay detrás, cuestión que causa cierta intriga. En un lateral, apenas visibles también, se observan una mesa con equipos y computadora, y dos personas sentadas allí que manejan la técnica.
Al principio, la propuesta genera una creciente expectativa. Se oye música, que parece salir desde un celular, como si hubiera alguien escuchando fuera de cuadro, clichés de música lenta de los ’80 y ’90.
Así se va construyendo un clima que puede resultar algo confuso ya que los intérpretes no aparecen en escena hasta un tiempo después. Mientras, se oyen ruidos y se intuye que algo sucede por detrás de la pantalla. Como si el público estuviera ubicado en la zona de atrás, fuera de la escena, testigo espía de aquello que no forma parte de la obra.  
Lentamente se va descubriendo la propuesta, que utiliza recursos cinematográficos, y donde se puede ver lo filmado en la pantalla del frente del escenario, a la vez que se vislumbra que aquello se está filmando por detrás.
El espectador se constituye como backstage -el detrás de escena- como si ese estar afuera le permitiera colarse en aquello que no está pensado para ser visto.
La obra ubica al espectador en ese lugar de cómplice de aquello que constituye el fuera del cuadro, los recortes laterales que rodean lo que la cámara capta y transmite, lo que no forma parte de la obra final. Presentándose a la vez, como un juego entre lo íntimo y lo público, la pieza juega con la intimidad como espectáculo y la intimidad del espectáculo.
Algunos se retiran de la sala, impacientes por esos fragmentos que se le presentan como obra.
Dentro de esta propuesta, se develan distintos procedimientos técnicos que componen la arquitectura de la filmación en vivo. Todo el despliegue que se organiza para llegar a aquello que el público ve proyectado, entra en cuadro y forma parte de la obra.
De esta manera se entremezcla el universo ficcional que está filmándose en los laterales o detrás -y que se proyecta en la pantalla-, y la ficción que conforman todos esos elementos, que es la que el espectador presencia desde las butacas.
A medida que avanza en su desarrollo, los intérpretes se muestran frente al público para vincularse directamente con la pantalla como si ésta tuviera vida propia. Allí aparecen textos dirigidos a ellos y a los técnicos, como si fueran indicaciones independientes que vinieran de la máquina convertida en director omnisciente a los que se supeditan. El humano a merced de la tecnología como bajo el mando de un dios cibernético.
Todo es una gran coreografía compuesta por esos movimientos en el espacio que se presentan en forma de danza, como algo fluido, como caminatas, como cortes, como detalles, como direcciones en el espacio. La mirada es dirigida por la cámara pero puede fugarse a hacia el contexto. Como algo público, o íntimo pero compartido.
En estas puestas, que podrían considerarse conceptuales, la metáfora puede percibirse atravesada por el pensamiento, sin que se devele como poética durante el convivio teatral. Debe ser metabolizada, intelectualizada. Son obras que necesitan de la explicación del programa de mano, de lecturas previas, del ejercicio mental, para ser comprendidas.
En un mundo atravesado por lo virtual, donde la realidad se construye entre las redes, los medios y la calle -siendo esta última un espacio de afectividades que queda tantas veces por fuera-, la verdad de la vida real se escapa, se filtra en esos “mecanismos técnicos para lograr un efecto”. Por eso, vale la pena formularse la pregunta: ¿ qué luces son las que nos gustan?

Qué: Por qué nos gustan tanto las luces
Quién: Escenografía: Mariana Tirantte.- Iluminación: Sebastián Francia.- Video: Nicolás Della Valentina.- Creación y dirección: Fabián Gandini, Florencia Vecino.-
Dónde: CENTRO CULTURAL GENERAL SAN MARTIN Sarmiento 1551 Teléfonos: 4373-8367 Fax 4374–1251/59 int. 273/278.-
Web: http://www.centroculturalsanmartin.com/

Cuándo: Miércoles y Jueves - 21:00 hs - Hasta el 25/05/2017