Diarios en el piso por todos
lados y ropa colgada del techo, recrean el ambiente con la onda de la villa, en
la sala donde se acomoda el público. En ese paisaje y a ritmo de cumbia, un
personaje suelta un texto mientras lo acompañan con toques los demás
intérpretes.
Son jóvenes vestidos con
ropa deportiva de una manera que puede reconocerse y vincularse a los barrios
más pobres de la ciudad. Entre ellos arman un gran beat box humano grupal. Cantan
una cumbia y bailan al estilo de las murgas barriales.
En esa danza van cayendo de
a uno, como una premonición de las proyecciones de sus vidas en una realidad
marginal y desolada, donde parece no haber salida.
El grupo funciona como una hinchada
de fútbol, con emociones muy intensas, y un espíritu de mucha hermandad.
Todo lo que uno sabe o
imagina de los sectores más carenciados, aparece en escena. Desde las infancias
de abuso y maltrato hasta las historias de drogas, alcoholismo, prostitución y
robo. Aquellas únicas vías posibles de evasión de esa realidad que no les deja
espacio para nada más que estar al margen de esta sociedad individualista y
atomizada.
Desde la dramaturgia, la
obra tiene algunos monólogos y diálogos breves que llevan el hilo conductor del
relato: la historia de amor entre dos pibes del barrio. Sin embargo, son las escenas
grupales las que construyen la atmósfera que se nombra desde la puesta escénica.
El sentido está desarrollado
a través de las vivencias del grupo. Ellos están todo el tiempo presentes en la
escena como una masa de movimiento permanente, creando situaciones de quilombos,
griteríos, bailes y peleas, sobre las que se apoya una fuerte amistad.
Detrás suena la cumbia
villera desplegando la simple la idea de que es la música de los pobres. Se
oyen sus letras y aparece representado el universo que los identifica. Si bien
no es una música patentada por este ámbito, sí se han apropiado de cierta
sencillez musical para volcar expresivamente el universo en el que viven.
En la propuesta, el
cuestionamiento sobre los mecanismos de opresión que llevan a esa desigualdad miserable
no es explícitamente claro. Se ve la representación de su realidad, una
denuncia sobre su soledad, abandono y marginalidad. Una condición de vida que
los empuja a robar como única salida y a drogarse para evadirse, con las drogas
más baratas, donde el gatillo fácil de la policía devela la impunidad del que
tiene y el desamparo del que no. La opresión está en la forma.
Con una franca
representación de ese mundo, la propuesta plantea como alternativa posible al amor
y, si bien está focalizado en la pareja protagonista, el sentimiento trasciende
lo individual.
Amar es ser solidario, es igualdad
de oportunidades, es justicia social.
Amar es dignidad.
Amar es salir de lo propio a
compartir la realidad.
Qué: Menea para mí
Quién: Autoría, Coreografía
y Dirección: Mariana Bustinza.- Actuación: Ezequiel Baquero, Vanina Cavallito,
Luciano Crispi, Ornella Fazio, Mercedes Hazaña, Catalina Jure, German Matias,
Micaela Quintano, Victoria Raposo, Florencia Rebecchi, Victoria Schwint.- Escenografía:
Agustin Leonardo Addesso.- Iluminación: Adrián Cintioli.- Dirección musical y
Música original: Facundo Salas.- Operación de luces: Cristian Domini.- Diseño
gráfico: Pablo Rusconi.- Asistencia de dirección: Angela Rodríguez Ayala.-
Producción: Flavio Milosi.- Prensa: Simkin & Franco.-
Dónde: EL EXTRANJERO
Valentín Gómez 3378 Teléfonos: 4862-7400
Cuándo: Viernes - 21:00 hs
Entrada: $ 150, 00 / $ 120, 00 -
No hay comentarios:
Publicar un comentario