Un
elefante se balanceaba…
No se
caía, fue a llamar a otro elefante para no estar solo. La tela de araña era un
hilo, el hilo de la incertidumbre.
Una
sala oscura apenas iluminada deja entrever a las intérpretes. Ellas penden de
un hilo. Son crisálidas, son seres en preparación, no están terminados, no son
algo cerrado, completo, entero. Son bordes, intersticios, pliegues.
La vida
pende de un hilo que las parcas tejen y cortan a su gusto. Ellas son sostenidas
desde la cabeza hacia un arriba, en principio, ininteligible.
Estos
seres se mueven en una atmósfera uterina, espacial, submarina. Un ambiente
propio donde vincularse casi en la ceguera, apenas guiadas por el sentido del
tacto, la percepción.
La
relación que se genera entre ellos es abismal y profunda. De cordón umbilical.
Sobre
sus cabezas puede estar el mundo o la nada. Puede haber un sol lejano, tormenta o bombardeos. Ellas pueden ser
víctimas o culpables. Culpables de sí. De su estado larvario, de su ser
capullo, de su activa pasividad, de su ser ajeno en esa cierta animalidad
vegetal que evocan.
Como un
manojo de coral.
Pero la
danza se agita y surgen brazos, manos. El pelo se desgaja. La acción atraviesa
el espacio y se desprende de esos hilos que sostienen los gestos, la cara, la cabeza,
el pensamiento adormilado. Se despliega el movimiento entre lo humano y lo no
humano. Juega, busca otros espacios, avanza.
En la
piel que se arruga, que se dobla, que recuerda y recubre. La piel de la memoria
que se acumula en cada grieta, marca, peca, doblez, hendidura, cicatriz. Como
una vida finita que no puede detener su fluir al infinito.
De lo que
se desprende de un hilo para avanzar hacia lo desconocido no hay un claro final,
solo puntos suspensivos. Fade out…
Qué:
Elefantes
Quién:
Intérpretes y creadoras: Eliana
Bonard, Virginia Ravenna.- Música: Approp.- Fotografía: Isabel Olascuaga.- Dirección:
Rhea Volij.-
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