martes, 18 de marzo de 2014

LA WAGNER

De lo primero que nos habla este título es de un contraste entre el apellido de un personaje masculino -el compositor alemán Richard Wagner- y el artículo femenino. Oposiciones, ambigüedades, asociaciones, provocaciones.
¿Puede ser esta propuesta una pista de algo vagamente en común entre Richard Wagner y Pablo Rotemberg? El extremo del ovillo que asoma apenas a través de los cuerpos femeninos desnudos en la escena, a través de toda la carga que contiene y explota sobre el público, cuya capacidad mental no alcanza para abrazar la totalidad del sentido complejo de esta propuesta.
La figura de Wagner también es compleja. Es conflictiva y  extensamente rica. Entre sus ideas se combinan su propuesta de obra de arte total en relación a la ópera, las notas antisemitas en sus escritos, la posterior vinculación con el nazismo, su pesimismo de influencias schopenhaurianas, su genio.
Hay mucho para desenhebrar en la figura de Wagner. Como compositor, tiene una gran carga dramática, y eso puede observarse al escuchar su obra.
Rotemberg es un artista vasto y complejo, con múltiples caras y capas de profundidad. A esta altura de su trayectoria como intérprete, músico, director, coreógrafo, su trabajo puede pensarse ya como un estilo. El ‘estilo rotemberg’.
Con La idea fija (más de 4 años en cartel, cosa extraordinaria en la danza) abrió un camino que marcó una brecha entre todo lo anterior y las producciones siguientes. El desnudo escénico cambió.
Para pensar La Wagner es importante conocer su producción.
El desnudo, el erotismo, la pornografía, la violencia. Un cóctel que se mezcla con potencia en cada nueva propuesta. Un cóctel realmente explosivo que pone en conflicto los propios límites, que cuestiona, que incomoda.
El comienzo de esta nueva producción es puramente sonoro. La introducción de la música de Wagner es de por sí sola dramática, genera un fuerte dramatismo en la escena. Escuchamos Wagner que inunda la sala –una sala Alberdi muy nuevita pero sin ventilación adecuada- vemos la escena vacía. Nada podría ocuparla en este instante. Y esto, tan solemne, es roto permanentemente por cambios musicales de temática amorosa de un estilo ‘cursi’. Contrastes con los que Pablo gusta jugar.
Acompañadas de una música melosa aparecen las intérpretes, las bellas danzarinas que muy lentamente hacen su entrada en la escena.
Pero esa suavidad es destrozada en las escenas siguientes.
El desnudo es brutal, el movimiento es salvaje. Hay golpes, empujones, caídas, pérdida total de sí, de la subjetividad, de una emoción comprometida explícita. Es maquinal. Es la locura que aparece en muchas escenas de las óperas de Wagner en busca de redención.
Pero aquí no hay moralina cristiana. La espiritualidad –si existe- es carnal, encarnada, dionisíaca.
Como dice su autor: “Se pone en escena un cuerpo fragmentado, que ha perdido su eje, que ya no sabe cuál es su límite y no conoce la quietud. ¿No es éste el cuerpo del tiempo presente?”
El cuerpo es un objeto cuya violencia simbólica excede el escenario, excede al espectador, excede la sala. 
Si hay algo que obsesiona a Rotemberg es la violencia.  “Caminar es agresivo, la vida es agresiva, al cuerpo lo va destruyendo de a poco. Yo trabajo con una violencia literal, pienso que espacializo algo violento que hay dentro mío, en mis obras” exponía en una entrevista durante el proceso de creación de La Wagner. (http://www.nosdigital.com.ar/2013/06/la-danza-de-la-posesion/)
Rotemberg deconstruye la pornografía, la desarma, la desintegra. Con un grado tal de violencia que puede resultar intolerable. Ellas son víctimas y victimarios. “Tomad mi cuerpo, bebed mi sangre como prueba de nuestro amor” expresa una de las intérpretes. Una muestra de vampirismo, un toque más del romanticismo que se cuela en el fondo de la obra.
Una puesta que esta vez aparece casi sin toques irónicos, sin parodias, humor apenas esbozado en una escena que es inmediatamente pasada por alto. Cada vez el sexo está más cerca de la muerte. Eros y tanatos se abrazan hasta fundirse en el suicidio.
Los límites se diluyen, Wagner suena y los cuerpos femeninos se agreden, se violan, se golpean. ¿Es una posesión demoníaca? ¿Es el sexo el opuesto complementario del canibalismo, del asesinato, de la muerte? ¿O son las dos caras de la misma moneda?
“La voz del amor”, dice una de las mujeres en escena. Pero acá se ve todo menos amor. El amor brilla por su ausencia así como surge el falo en el vacío vaginal de estas cuatro fálicas mujeres. Mujeres que ponen toda su carnalidad, su ser encarnado, su estar en el mundo, su fuera de sí, frente a uno que mira atónito en la butaca.
Son las valkirias de Rotemberg.
Cuatro vikingas y una propuesta para seguir pensando.
No dejar de ver.

Qué: La Wagner
Quién: Idea y Dirección: Pablo Rotemberg.- Intérpretes: Ayelén Clavin, Carla di Gracia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola.- Coreografía: Ayelén Clavin, Carla di Gracia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola, Pablo Rotemberg.-Vestuario: Martín Churba.- Escenografía: Mauro Bernardini.- Iluminación: Fernando Berreta.- Edición musical: Jorge Grela.- Sonido: Guillermo Juhasz.- Asistente de producción: Angela Carolina Castro.- Asistencia de dirección: Lucía Llopis.- Producción ejecutiva: Mariana Markowiecki.-
Dónde: El Cultural San Martín. Sala Alberdi.- Sarmiento 1551.-

Cuándo: miércoles y viernes a las 21, sábados y domingos a las 19 hs.- Del 08/03/14 al 06/04/14.-

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