La
danza que despliega esta pieza es propuesta como una necesidad vital del ser
humano. Desde lo que se puede ver en escena, que contagia al espectador, hasta
el trabajo que hay detrás, donde un grupo de personas estiran los límites de la
danza hacia sus vínculos con la sociedad demostrando que este arte del
movimiento posibilita la inclusión social.
En
la escena puede sentirse la energía de los intérpretes. Tanto los bailarines
como el baterista que late con ellos, hacen partícipe al público de sus
emociones, sentires, vivires o pensares.
El
movimiento sin ser narrativo, construye un relato. El relato de los cuerpos, de
su posibilidad, de su existir, su ser eyectados hacia el futuro, hacia delante.
También el relato de un cuerpo al margen que puja por su espacio, en una
búsqueda particular de pertenencia.
El
ritmo y el placer de moverse, expresar, descargar, compartir, comunicar,
vivenciar, en definitiva, todo aquello placentero que puede brindar la danza
está ahí, en la escena y para compartir. Los intérpretes logran sacudir al
público que termina llevando el ritmo en su propio cuerpo.
Una
mágica sinergia cinestésica moviliza al espectador en una situación de convivio
teatral donde parecen participar todos al mismo nivel.
Esto
es gracias a unos intérpretes singulares, bien plantados, presentes en la
escena en carne y espíritu, con todo lo que cada uno es puesto encima del
fuego. Ellos son fuego. Hay entrega y vitalidad.
También
sucede gracias a la música. La batería no cesa con su ritmo, sus cadencias que
dan ansiedad y sosiegan, que explotan junto a los cuerpos. La batería baila
como otro intérprete que sobrevuela el escenario.
Las
luces y la escenografía completan la construcción. Su actuación es sumatoria a
una arquitectura del movimiento donde se crea toda una poética de los márgenes.
El conjunto genera el ámbito imaginario de las afueras de la urbe. Un espacio
donde entra en juego el límite de lo territorial y, por tanto, de la
pertenencia.
Así,
lo marginal, lo extraterritorial, se hace presente al saltar de los márgenes
sociales al centro de la escena.
Esa
construcción de las afueras está representada escenográficamente en unas
simples estructuras, que junto a los juegos de luces, producen incluso sensaciones
térmicas.
Todo
lo hace ser genial.
Detrás
de escena, el grupo Km29 es un proyecto pluridisciplinario que reúne artistas
no sólo de distintas ‘especies’, sino
también personas provenientes de diferentes ámbitos socioculturales. Su
propuesta viene de la mano de un apoyo del TACEC (Teatro Argentino. Centro de
Experimentación y Creación) de La
Plata, donde realizaron exitosamente un par de temporadas.
Por
fin arriban a la ciudad de Buenos Aires en
coproducción con el Cultural San Martín, para que los porteños (muchos reacios
a la movilización más allá de la Gral Paz)
puedan disfrutarla.
Qué:
Los posibles (http://www.km29.net)
Quién:
Intérpretes: Alejandro Alvarenga, Lucas Araujo,
Alfonso Barón, Jonathan Carrasco, Jonathan Da Rosa, Pablo Kun Castro, Daniel
Leguizamón
Música
original y Músico en escena: Ramiro Cairo.- Escenografía e Iluminación: Matías
Sendón.- Fotografía: Sebastián Arpesella.- Asistencia general: Marina Sarmiento.-
Producción: Juan Onofri Barbato, Marina Sarmiento, Matías Sendón.- Dirección
general: Juan Onofri Barbato.-
Dónde:
CENTRO CULTURAL GENERAL SAN MARTIN Sarmiento
1551 .- 4373-8367 .- Web: http://www.ccgsm.gov.ar
Cuándo:
Domingo - 19:00 hs – Jueves, Viernes y Sábado -
21:00 hs
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