En la sala hay algunos objetos. Entre ellos parecen armar una cartografía espacial, un mapa a recorrer por la danza, una coreografía de señales concretas.
Piedras, trajes colgados de la pared, y hasta un gato que pasa indiferente. Todo forma parte de la propuesta, incluso los ecos vecinos que suenan y que nada tienen que ver con el universo que va a nacer a partir de una única energía en escena.
Una energía que se expande como ondas gravitacionales y que genera movimiento alrededor.
Movimiento. Vida.
Apoyada en su herramienta de cuerpo y voz, Rhea. Una mujer, una voluntad, un carácter.
Ella gravita.
Ella es una onda que gravita.
Como también es un insecto que se escurre en los márgenes, entre la naturaleza de la piel y la del espacio. Entre las rocas que parecen inertes pero poseen temperatura, peso, gravedad, vibran.
La protagonista se desplaza y se moldea bajo la dirección de otra mirada. Ella misma coreógrafa y directora, ahora está al servicio de otro que le propone una exploración diferente.
La intérprete parece un ser que se entrega para construir esta pieza que recorre el espacio y juega con su imaginación y la nuestra.
La obra marca un recorrido y deja en la memoria de la danza una huella móvil, cuyas líneas son como las ondas que emanan de una gota de lluvia al caer sobre el agua.
Sutil y reverberante.
Como su intérprete.
Qué: Onda gravitacional
Quién: Intérpretes: Rhea Volij.- Coreografía y Dirección: Majo Goldín.- Música original: Pablo Barboza.- Diseño de luces: Pablo Barboza, Franco Cappelletti.- Asistencia de dirección: Leandro Gomez de Quiroga.- Prensa: Emilio Rosales
Web: http://www.patadeganso.com.ar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario